viernes, 23 de enero de 2015

Recuperar nuestra historia #UMNE #AprenderASer

Supe de la existencia de la Universidad Mexicana del Noreste a mediados de 1987, en una Expo-Educativa que se hizo en los corredores externos del Antiguo Palacio Municipal de Monterrey. Una joven muy amable, que no me puedo acordar ni quién, me obsequió unos folletos en blanco y negro, donde se describían: la universidad, su pensamiento, la existencia de Diplomados Culturales y la información propiamente del programa académico de Contaduría Pública.

En ese tiempo pertenecía a uno de los grandes grupos de la humanidad: el de los que estudiaban Leyes.  El caso es que lo dejé por la paz.  Al  paso de un año y medio exactamente, un poco decepcionado de los docentes que me daban clase en la Facultad de Derecho, decidí buscar nuevos horizontes y recordé esa universidad, recuperé mi folleto y tranquilamente me dirigí a conocerla.

Sobra decir algo en lo que muchos Ex-A-UMNE coinciden: me enamoré de las instalaciones. Su arcada, el eco bajo las cúpulas, el jardín central, el patio embaldosado, el sobrio color blanco y negro, la paz y camaradería que se respiraba...

Ahí estudié, y como muchos de los que amablemente me leen, fui marcado por la filosofía humanista que nos compartía en cada ocasión, con ejemplos, con palabras, con simplemente el saludo, el Rector, Ing. Juan Antonio González Aréchiga
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Existen muchas historias, pero algo muy peculiar me queda grabado: la UMNE fue casa de muchas personas: alumnos, docentes, trabajadores, pero también, fue anfitriona de muchos literatos, ensayistas y profesionistas destacados: Krauze, Zaid y Carballo, por mencionar solo algunos.

Fue también semillero de investigadores, historiadores y artistas, dándoles (dándonos) un espacio para compartir nuestras ideas y sueños, lo cual instrumentaba a través de iniciativas como la Revista Aprender a Ser, que -por cierto- fue cuna de mis primeras colaboraciones académicas.

Esta revista, que el Rector nos regalaba a cada cual, a quienes fuimos sus alumnos de Ética Profesional, que distribuía entre los Consejeros, amigos de la universidad, y se hacía llegar gracias a los esfuerzos del personal de Bibliotecas, a casas de estudio, consulados y embajadas, al amparo de la franquicia postal, algo de lo cual Don Alfonso Gómez y Lili Álvarez podrán contar más de una anécdota.

Rogelio Ojeda, Efrén García, la Dra. Lidia Rodríguez y la Mtra. Beatriz Ramírez Wiella de González Aréchiga -entre otros- trabajaron siento que hasta horas de más, por dar forma y continuidad a tan interesante y longeva revista.   Quizá en su tiempo no la valoramos como se debía, pero al recuperar la historia y compararla con otras revistas universitarias incluso actuales, la verdad, los contenidos no le pedían nada a nadie.

Algunos de nosotros conservamos ejemplares de la revista por alguna fotografía en escala de grises, por un artículo interesante, porque ahí se reproducían fotos de generación y las palabras que algún distinguido visitante o padrino de generación nos compartieron, pero también -como en mi caso- por haber tenido el honor de ser publicado, incluído entre sus páginas.

Es en este punto que, sabiendo que tenemos poco patrimonio tangible, poca historia publicada de nuestra institución, creo que debemos digitalizar el acervo de revistas de Aprender a Ser, y colocarla en algún servidor como Issuu o Wikimedia, para la posteridad.

Escribimos y vivimos muchas historias, y el espacio que Facebook y el grupo Aprender a Ser nos permiten recuperar algunas de ellas. Interesante sería, recuperar todo aquello que fue parte de nuestra vida, de nuestro ser universitarios.

"Aprender a ser" fue un enorme vehículo de conocimiento, sería hermoso volverla a leer, no por regresar a un pasado -ése no volverá-, sino para poder recordar que pequeñas iniciativas, hicieron una gran diferencia, y demostrar a los demás, que la creatividad y el corazón hacen grandes cosas y  que siempre, la UMNE fue líder en formación humana.

Saludos

Gerardo Daniel Juárez Mtz.
LAE´92

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