jueves, 15 de mayo de 2014

A ventiún años de distancia #UVMReynosa #EDECdeMonterrey

A ventiún años de distancia

21 años, es de hecho casi la edad que tienen algunos de mis estudiantes más recientes, en la Universidad del Valle de México en Reynosa.... 21 años, una vida.

Hoy que se conmemora el día del maestro, en algún momento me puse a pensar qué habrá sido de todas aquellas jóvenes y otras no tanto física pero sí espiritualmente, mentes que han acompañado mis pasos en la docencia, compartiendo tiempos, espacios y situaciones, que agradezco que hayan sido de ese modo.

Inicié mi labor docente, cubriendo un interinato de Matemáticas de secundaria, en la Escuela Secundaria Nº 28 del turno vespertino en Monterrey, a ruego de un tío que era director en ese tiempo, y con el favor de otro tío, que estaba registrado como docente, para poder recibir mi pago.

Tres grupos de matemáticas de 43 alumnos cada uno. Mis primeros 129 estudiantes.  El día de hoy, deberán tener alrededor de 33 años de edad, ya no somos tan jóvenes...

De todos estos años, rescato amistades que han perdurado más allá de las aulas, rescato diálogos y técnicas que fui experimentando y perfeccionando en cada salón de clase, con cada persona.

Recuerdo que una alumna de posgrado, allá por 2005 en EDEC de Monterrey me preguntó que cuál era mi receta para tener un grupo, para llegarle a los alumnos,  le dije sencillamente:
a. Compartir conocimientos relevantes.
b. Tratar a las personas y a su inteligencia como lo que son: personas.
c. Calificar con justicia, utilizando métodos variados de evaluación, que me permitan saber que realmente han aprendido.

Podrá discutirse la efectividad de mi más que  método, manera de hacer las cosas. Creo que en el punto dos no hay lugar a discusión. Si aceptamos que la persona busca la verdad dentro de sí, y dentro del entorno que le circunstancia y le rodea, el maestro es simplemente un catalizador de aquello que el alumno no sabe que sabe, o que sabe y no se ha dado cuenta de lo que conoce.

21 años han pasado, y no sé cuántos más me conceda Dios en el ejercicio de esta noble profesión, la que nunca he dejado, ya que incluso cuando he trabajado en el ramo empresarial, trato de guiar, de conducir, de orientar, como lo haría un maestro.

Felicidades a todos quienes se tomaron la molestia de leer éstas  líneas, algunos son docentes, otros me brindan su amistad, algunos ambas cosas.  Lo que sí, es que todos fuimos tocados por al menos un profesor o profesora que amaba lo que hacía, si los recuerdan y los ven, salúdenlos, festéjenlos.  Éllos son los que hacen de ésta una profesión de corazón.

Un fraterno abrazo a los colegas

Feliz día a l@s maest@s...